El viernes 21 de marzo tuvimos nuestra
reunión mensual del club de lectura Salón de Libros Perdidos. Y habíamos
elegido como lectura Therésè Raquin,
de Émile Zola. La mayoría
elegimos la edición de bolsillo de Alba Editorial. Éste fue uno de los casos que más he agradecido tener un club de
lectura, ya que de entrada la novela no me había dicho gran cosa, pero oír las
opiniones de los miembros del club siempre viene bien para valorar de otras
maneras una lectura.
Este libro me había parecido
reiterativo, supongo que debido a que originalmente se publicó por entregas en
la revista ilustrada L’Artiste, y no
deja de relatar los cambios de humor en la relación Thérèse-Laurent, que son
muchos. También, como otras personas señalaron en la reunión, la trama me había
parecido exagerada en exceso (y casi previsible, aunque es cierto que ciertas
escenas estelares no lo son para nada). Por eso, empecé la reunión comentando
que, para mí gusto, la novela había envejecido mal. Está claro que no tiene la
culpa el pobre Zola: casi dos siglos después, hemos visto tantas películas que
tratan este tema y leído tantas novelas más conocidas que ésta (quien haya
leído Anna Karénina o Madame Bovary… yo debo reconocer que
no), que difícilmente sorprenden algunas de las cosas que aquí se cuentan (y
menos aún escandalizan, cosa que evidentemente sí ocurrió en la época). En
cualquier caso, en la reunión sí coincidimos en que una de las novedades que aporta Zola, es su llamada
“meta científica” por la que quiere analizar la maquinaria humana mental y
psicólogica: los miedos, el remordimiento, las malas pasadas que la mente nos
puede jugar cuando nos sentimos culpables. Me interesa mucho una novela que
hable de fantasmas, como aquí aparecen. Pero ya confesé que no me habían
acabado de llegar esas visiones que padecen la parejita.
En mi caso, lo que más valoro
de la novela es la descripción de los espacios, especialmente al principio con
la ambientación en el pasaje de Pont-Neuf, donde la familia Raquin tiene su
humilde mercería. El estado de ánimo que deja esta descripción de un espacio
sórdido, oscuro, aburrido hasta la muerte, claustrofóbico…, impregna todo el
resto de la novela. Por suerte, la mayoría de los lectores del Salón de Libros
Perdidos disfrutaron mucho leyendo Thérèse
Raquin, y les pareció apasionante, inquietante, morbosa e incluso cómica.
Incluso se habló de ella como precedente de la novela negra. Tengo que
agradeceros que estuvierais tan charlatanes, porque me disteis puntos de vista
muy interesantes sobre el libro. Quizá una de las descripciones más graciosas
de la trama fue: “Patologías previsibles”… Pero me quedo con la cuestión del
pasaje, en la que seguro que se puede ahondar más, sobre todo si leyéramos el Libro de los Pasajes de Walter Benjamin
(maravillosa la edición de Akal).
Éstas son dos fotografías de Eugène
Atget que muestran dos pasajes parisinos: el Montesquieu Cloitre St. Honoré y
el Ste. Foy. Virginia trajo una increíble fotografía del mismísimo pasaje del
Pont-Neuf, pero se ve muy mal para ponerla aquí. Se dice que todavía está allí
la ya mítica mercería de la señora Raquin. De cualquier manera, con estas dos
fotos podemos imaginar cómo era pasar todo el día en un espacio así. Este tema
nos llevó a hablar también de los antiguos kioskos o pequeñas tiendas que, no
hace tanto, se situaban en el interior de los portales de las viviendas.
Algunas de las lectoras más experimentadas pudieron hablarme de algunos de
ellos. Sin ir más lejos, en la calle de las Barcas de nuestra querida ciudad todavía
hay una pequeña papelería, ya cerrada, prácticamente en el portal de un
edificio. Creo que en Barcelona hace pocos años hubo un proyecto sobre estos negocios, prometo investigar este tema tan interesante (al menos para mí).
"Quieren ir cubriendo con cristal la totalidad
de las calles de París y
convertirlas en [...] invernaderos; viviremos
ahí dentro como los melones."
Brazier, Gabriel y Dumersan. Les passages et
les rues, París, 1827, p. 19. Citado en Libro de los Pasajes de Walter Benjamin.
Próxima sesión del club de lectura Salón
de Libros Perdidos:
Lunes 14 de Abril, 19.30h, en Casa del
Libro de Paseo Ruzafa, 11. Comentaremos el gran Limónov del gran Emmanuel Carrère. ¡Estáis todos invitados!